Vi partir el día sobre sus muslos, sólo la luz del atardecer cubría su desnuda figura. Dormía. Sus labios entreabiertos me invitaron a seguir la cadenciosa música de su respirar. Pasaron las horas. El hipnótico cuadro de su piel a la que el sol fue regalando los más bellos matices no me permitía nada que no fuera admirarla. La luna llena la arropó con su sublime manto. Tanta hermosura hizo encender mi corazón que con su sólo latir la abrazó y la devolvió de sus sueños. Sus enormes ojos grises me miraron, parecían dos trozos de la misma luna, su boca se congelo en un pequeño grito, su cuerpo no se movió un milímetro. Salí de ahí tan rápido como el cuchillo lo hizo de su vientre. Todo fue perfecto, todo fue tan dulce como el sabor de un sueño. El pedazo de metal quedó tan limpio, sus delicados tejidos absorbieron por completo el veneno e impidieron derramar su sangre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario