Displicencia

(Del lat. displicentia.)
sustantivo femenino
1 Falta de ánimo o interés en la realización de una cosa o acción, por dudar de su bondad o desconfiar de su éxito.
2 Actitud del individuo desagradable e indiferente en el trato.
* * *
Sinónimos: desaliento, desdén, apatía, desprecio, indolencia, incomprensión, indiferencia.
Antónimos: amabilidad, agrado, complacencia, cortesía.

20150509

Afortunado

Cae una lluvia torrencial, el parque está tan vacío y apenas iluminado por un par de farolas que, con ese ambiente, hacen ver a aquel hombre todavía más infeliz de lo que se siente.

Francisco llegó al parque pasado el mediodía y un vagabundo sentado al otro lado de la banca, al notar su pena, se acercó a platicar con él. Al principio sólo emitía monosílabos y no hacía menor caso al hombre pestilente ahora a su lado. Cuando al fin hubo regresado del sopor, el vagabundo ya no le cuestionaba y Francisco comenzó a contarle lo que había sucedido unas horas atrás:

— Desperté temprano, mi esposa ya preparaba café para el desayuno, bebí media taza y tomé mis cosas para ir al trabajo. La oficina no es de mis lugares preferidos, pero me agrada mucho mi trabajo. A las dos horas de haber llegado me llamó mi jefe para que fuera a su oficina. Sin más motivos me agradeció los años que había servido a la empresa y me echó a la calle. Pero no crea que perder el trabajo es lo que me tiene así, para nada. Llegué a mi casa y justo frente a la puerta encontré unas cajas llenas con mis cosas, intenté abrir la puerta pero ninguna de mis llaves entró en la cerradura. Mi esposa me había echado de la casa. Ella no estaba, metí las cajas al coche y, como no tengo a dónde ir, aquí estoy pensando qué hacer ahora con mi vida.

— ¡Vaya desgracia la suya! —Contestó el vagabundo. — A diferencia de usted, hace algún tiempo, decidí deshacerme de todo. Yo era el gerente de una importante empresa, tenía un mundo de gente a mi cargo; comía en excelentes restaurantes y con un solo movimiento de manos obtenía lo que quisiera. Cierto día, terminando una junta de negocios, celebraba con mis colegas el triunfo que acabábamos de obtener, la secretaria me abrazó y me dijo: ‘Qué suerte tiene, ingeniero’. Quedé todo el día pensando si en realidad era yo un tipo afortunado y fue entonces que decidí dejar todo, empleo, casa, amigos, comodidades. Si mi suerte era tan buena, no me faltaría nada.

El vagabundo pasó toda la tarde contándole a Francisco las cosas que le sucedían a causa de su buena suerte. Frente a ellos pasó un vendedor de dulces y Francisco compró un par de cigarros, el vagabundo aceptó de buena gana y cuando el sol estuvo ya por ocultarse prendió su cigarro y se fue. Francisco no se movió de la banca y pensaba en aquel hombre que jugaba con su suerte cuando él se sentía tan desafortunado.

Comenzaron a encenderse las farolas del parque y el cielo amenazaba con hacer aún más triste el día de Francisco. Fue a su carro y tomó una chamarra. Todavía no había resuelto a dónde ir, así que volvió a la banca encontrándose en ella una nota y un billete de lotería, la nota decía: ‘Hoy ha tenido la desventura de perderlo todo. Que cambie su suerte.’ Sintió que el vagabundo se burlaba y rompió los papeles en pedacitos. Molesto, se quedó sentado en la banca un par de horas más, se puso los audífonos para no tener que conversar con otro vagabundo y sintonizó en su celular una estación de radio. Tocaban una vieja canción que le gustaba —¡Algo bueno!— pensó. Al final de la canción se escuchó a los niños gritones anunciando los números ganadores del Premio Mayor, Francisco recordó cada número impreso en el billete al mismo tiempo que los escuchaba. Armó el rompecabezas que había hecho con el billete y cuando descubrió que era el ganador. El cielo se desplomó al mismo tiempo que Francisco, llevándose en el caudal los restos de la buena suerte que le había obsequiado el mal oliente vagabundo.

Publicado en A Rostro Oculto No.14

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